14 de noviembre de 2011

Erase una vez

Érase una vez un Club de amistad y esperanza. Así se llamaba y dicen los que lo han visto que todavía así se sigue llamando: Club La Esperanza, ubicado en las cumbres del bosque de La Amistad. Gobernaba el club Don Pedro, conde de Varela, firmemente asesorado por maese Valenciano, sagaz juez y organizador de todo evento que acaecía en los aledaños del lugar.

En La Esperanza militaban un nutrido grupo de esforzados caballeros de la Comarca, que habían sido agraciados con los dones de la velocidad y de la resistencia por las hadas Gemelas que habitaban cerca del valle de los Sóleos Femorales y defendían a los bravos caballeros de la furia de los Orcos Contractores.

Todo era paz y armonía. Los caballeros entrenaban sus poderes y participaban en cuanta competición acaecía por los alrededores con éxito tan superlativo, que todas las damas del lugar caían rendidas a sus pies con suspiros de admiración. Pero, como ocurre con el déficit público, tan idílica situación no podía mantenerse por mucho tiempo, negros nubarrones se cernían sobre las cumbres de La Esperanza amenazando su felicidad. Y así ocurrió lo inevitable. En una oscura tarde de tormenta el conde Varela fue poseído por la más maligna de las criaturas del bosque, por la más despiadada de las fuerzas del mal, por el más sangriento de los poderes del averno: el oscuro y aterrador espíritu Federativo.

Poco a poco fue corroyendo la blanca y luminosa alma del conde, hasta que, absorbiendo sus último restos de conciencia, le instó a convocar un diabólico aquelarre: la Junta Anual de Socios del Club, sobre la que planeaba una horrible amenaza. Una amenaza peor que la peor de las pesadillas, peor que las penas del infierno: la obligatoriedad para todos los socios de convertirse en siervo de las fuerzas de la federación, pagando las parias federativas y convirtiéndose en uno de esos oscuros seres llamados ¡corredores federados!

Todo parecía perdido, cuando la temida tarde otoñal en que se hallaban reunidos los miembros del Club en las dependencias del palacio del Centro Social del reino de la Amistad, un grupo de caballeros con reluciente armadura hizo su aparición en la sala en la que se iba a perpetrar la rendición a las fuerzas del mal.


Al frente de ellos cabalgaba Juanantonios, el marqués de Prejubil, secundado por el corregidor Palacios azote de vampiros transilvanos. Les seguía la Comendadora de los Calatravos, la única pero no por ello menos aguerrida dama del grupo, Maribel. Muy cerca de ellos en compacta formación cabalgaban el conde de Escamilla con su espada de recortar riesgos y el comendador Florian de Gaula, los caballeros Amadis de Tano y Moncho el Magno, Joaquin de Trapisonda y el capitán Jorge-Trueno, Don Luis de Montes y Miguel de Fashion, la flor de la caballería, César de la Galia y Jose Maria el barón de Arguiles, Nacho Fierabrás y Chechu el señor de la Tejera Negra. Y algunos más cuyo nombre se pierde entre las brumas de la historia o entre las cansadas neuronas del juglar de este cuento.

La batalla fue dura y cruenta, pero la escogida tropa del Marqués de Prejubil consiguió liberar a la mayoría de los caballeros cautivos de las garras de la federación y huir con ellos a las profundidades del bosque. Lo que allí ocurrió figura entre los arcanos de la historia, pero baste con saber que a los pocos meses todos los caballeros volvieron sanos y salvos a sus entrenamientos con fuerzas renovadas. ¡Había nacido el Club Maratón Guadalajara!


Y durante un largo tiempo fueron felices y comieron jamones, pero desde fechas recientes una nueva sombra planea sobre los destinos de la Comarca Maratoniana, una nueva indignidad de los orcos federativos se cierne sobre la inocencia y pureza de los caballeros de las hadas Gemelas ... ¡Se acerca el Carnet de Corredor Plus! que carroñero y pustulento intenta apoderarse de las almas de los corredores, de corromper su libertad y de hacerlos caer en las garras mercantilistas de las competiciones de mercado. ¡Pero no lo conseguirán!

¡Los caballeros del marqués de Prejubil cabalgan de nuevo!

NOTA DEL TRADUCTOR: Todos los hechos narrados aquí son rigurosamente históricos. Al que no lo sepa le diré que el Club Maratón Guadalajara nació como una escisión del Club Atletismo la Esperanza, motivada por la negativa de un grupo de socios a pagar un carnet federativo que considerábamos que no servía para nada. Y no veo ninguna nueva razón que nos haga renunciar a nuestros principios.

(Aprovecho la ocasión para pedir disculpas a Pedro y a Cosme por las licencias poéticas que me he tomado en la narración)

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